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Estudio de tres novelas
Sinopsis
Estudio intertextual de los personajes de tres novelas donde la Inquietud de la memoria conduce a la reconstrucción del "caos" familiar a través del "Regreso hacia atrás" en (Mis parientes), del "Eterno retorno" en (Celestino antes del alba) y, del "Regreso al origen" en (Las hojas más ásperas).
Reconstrucción que no necesariamente asegura alcanzar el "cosmos" (Eliade) o la armonía cósmica del "mundo", del pueblo, la familia o el individuo; o la liberación por la reafirmación del "hombre rebelde" (Camus); el equilibrio psíquico "primordial" de la primera infancia (Freud) o, en última instancia la "individuación" (Jung) o alto estado de conciencia: llegando a ser sí mismo sin excluirse del mundo. Lo que se logra reconociendo (haciendo conciencia de) los arquetipos universales olvidados en el inconsciente "colectivo" y heredados ancestralmente. Para Jung "El método terapéutico de la psicología compleja consiste, por una parte, en hacer un esfuerzo de traer a un estado de plena conciencia los contenidos del inconsciente y, por otra parte sintetizarlos (...) mediante un acto de reconocimiento. Lo que viene a reforzar las ideas de Eliade e incluso de Freud.
(fragmentos de las tres novelas)
Mi cabeza se ha abierto en dos mitades, y una ha
salido corriendo. la otra se queda frente a mi
madre. Bailando. Bailando
Casa horrible, que se parece al fondo de un caldero.
Abuela se quejó con un resoplido fuerte, como una vaca cuando le dan una pedrada en el pecho
Mi madre es una bestia de carga (...)
Abuela de pronto se convierte en un pájaro muy raro que da gritos como si fuera una mujer. el pájaro se queda quieto (...) y yo le caigo a pedradas (...)
Ahora mi madre me sacará los ojos como si ella fuera el sapo (...) El sapo ha venido corriendo detrás de mi y me grita (...) la madre tiene cara de lagartija (...) Mi madre se ha vuelto una mata de maíz muy grande, y todos empezamos comer de sus mazorcas (...)
Abuelo ha terminado de sembrar a Celestino (...)
Estas aguas dicen que están podridas. (...)
Celestino antes del alba
de Reinaldo Arenas
Comenzó de nuevo a llover (...) entre la llovizna parecía un zamuro que hubiera perdido las alas sin embargo, nunca se despojó de su dignidad (...) Mi padre entre tanto lanzó un chillido espantoso, (La madre) una siempreviva que, poco a poco, le iban muriendo por los alrededores del corazón.
Desaromada, nos empolla con un mismo sollozo, y cada uno de nosotros, con una pala que suena lo mismo que una campana, vamos guardando sus ropas, y ella es solamente una lámpara que circula de una a otra alcoba.
Y llueve, llueve sin paz (...) el invierno venía a podrir entre aquella agua verdosa, con un musgo parecido a la cresta de un gallo viscoso (...)
(El padre) comenzó a graznar horrorosamente.
Mis parientes
de Hernando Track
No quiere pensar en el mal que pudiera causarle el vivir apegado a esa memoria (....) Camina desnudo en la memoria (...)
Aquella enorme casa era una especie de imán alrededor del cual se tejían todas las historias más inverosímiles (...) Se decía (...) que Miguel Aro no estaba muerto sino que deambulaba por las calles del pueblo con la cabeza entre las manos, mostrando el clavo de diez pulgadas con que le habían atravesado el cráneo (...)
La fuente de donde manaban los pájaros es ahora un agua verde pantanosa y en vez de brotar pájaros unos hongos gigantescos han comenzado a invadir la casa y a devorar todo lentamente, y a medida que engordan van devorando gallinas (...)
Johnny, el hermanito que era hermano y ángel, el único que había nacido con las alas puestas (...)
Las hojas más ásperas
de José Napoleón Oropeza
(Introducción)
Tres novelas para una misma familia enajenada
Llama la atención el parentesco intertextual tan preciso y variado al que nos remiten tres novelas latinoamericanas[1], dos de ellas contemporáneas entre sí. Se trata de Celestino antes del alba (1967) de Reinaldo Arenas (cubano), Mis parientes (1968) de Hernando Track (colombiano-venezolano) y Las hojas más ásperas (1982) de José Napoleón Oropeza (venezolano).
Novelas donde se reconstruye la "historia" personal, la familia y/o el pueblo; por intermedio de un personaje que rememora; a quien se nos ocurre nominar: personaje de la inquietud de la memoria, puesto que a causa de la "fractura" o discontinuidad de su memoria, muestra intranquilidad, inquietud, por "completar" (se) o reconstruir (se), partiendo de recuerdos incompletos, para armar su historia personal, su "drama", su "novela" y la de su familia; y/o la del pueblo: lugar de origen.
En este último caso, en la reconstrucción, además del personaje de la inquietud, intervienen otros miembros de la familia o de la colectividad, quienes participan de la narración de la historia con su propia voz. Aunque es este personaje de la inquietud quien frecuentemente conduce el hilo narrativo de por sí fragmentado en las tres novelas; y quien desencadena los recuerdos a partir de su propia memoria, atormentada o angustiada, o simplemente inquieta, por los retazos de recuerdos buenos y malos, que dan cuenta de un "mundo" (individuo, familia, pueblo) generalmente en estado de "caos" o "mundo" inarmónico, desintegrado; que según Eliade, viene a ser un espacio extraño, caótico, poblado de larvas, demonios, 'extranjeros' (asimilados a los demonios o a los fantasmas): "territorio desconocido (...) sin ocupar, (que) participa de la modalidad fluida y larvaria del 'Caos". Al ocuparlo, al instalarse en él, el hombre (reafirmado en sí mismo) lo transforma simbólicamente en Cosmos"[2]; espacio armónico, organizado, equilibrado.
Este caos o desintegración del orden, en Mis parientes, se inicia desde esa "eterna llovizna que picotea el techo (y) que viene desde la mañana para ver si teníamos la tristeza completa" (p.10). Se presentaba "como un invierno que casi nos hizo perder la razón" P.12. como una "falta de paz en los techos que me ponía a preguntar cómo nos cabía tanto estrago (...) hasta que descubrí que las goteras las teníamos nosotros"(p. 12). Es decir, desde una prolongada melancolía que casi les hacía perder la razón, De allí la "pérdida de sí", o enajenación de la realidad en el personaje de la inquietud, quien reconstruye la "historia" familiar desde propio caos interior, desde su "visión" caotizada del entorno, también enajenado, aunque posiblemente desde la disolución de su ser, desde esa mirada primera, subjetiva, escindida, Ejemplo de ello es el bestiario casi inagotable que se puede extraer de su familia, donde el padre es un pajarraco que "extiende los alones suntuosos, unos alones que parecen el escombro de un antiguo paraguas (que) se tambalea sobre sus patas callosas y adquiere el aspecto de un zamuro humillado (p.26). Sin embargo es el padre, el personaje más lúcido y quien le habla de la existencia, desde una conciencia crítica, de una segunda mirada, objetiva, que ofrece como salida o salvación al hijo, asegurándole que no está "desacomodado" por los recuerdos, puesto que: "eres tú el que desaliñó tus recuerdos" (p.27).
En Celestino antes del alba, el Caos está dado por la agresividad, la violencia, la sordidez de una familia que vive en permanente sequía, sin agua , sin alimentos, sin afectos. Donde todos los personajes están muertos por lo que no hay salida posible del caos, no hay esperanzas de transformar el caos en cosmos. hay un "eterno retorno" pero del caos a un nuevo caos que se inventa, como se inventan nuevas muertes con el secreto deseo de que al fin se detenga ese eterno retorno al caos.
Según el mismo autor, Reinaldo Arenas, la novela es una metáfora de su país en caos, Cuba: "ya no hay árboles que... "detengan el viento (...) incesante y hostil (sino) hoscos transeúntes que discurren temerosos, vociferando para dentro (...) Ciudad ya sin poetas que la mitifiquen y la reconstruyan (...) donde el artista fue reemplazado por el policía ( en la) patria querida ( que) lleva (el escritor) desgarrada e inexistente, en su memoria" [3] .
En Las hojas más ásperas, el Caos se va gestando lentamente, culminando con la pérdida del "pasado glorioso" del pueblo, próspero de una vez, cuando el río era caudaloso, cuando permitía la llegada de los barcos ingleses y vitalizaba las tierras que producían alimentos, y los habitantes vivían de sus leyendas y de sus magias con las que resucitaban a los muertos, para compartir las tareas cotidianas y los ideales revolucionarios. Frente a un pueblo fabuloso por las "historias" fabulosas de sus fabulosos habitantes, el niño de la inquietud de la memoria no podía menos que sentir una dolorosa nostalgia cuando tuvo que salir del pueblo para "regresar" veinte años después a sus "orígenes", en un intento de rescatarlo a través de la filmación de unas casas que no existen ya, de unos rostros que no son los rostros, de un río que apenas "fue un río"; quedando solamente la piedra en medio del río donde solía pensar y recordar, y el intento de un "guión", "oscuro resplandor, retazos de recuerdos no armados por completo, ni siquiera hallados en su totalidad" (p.304).
El paso del cosmos al caos en esta última novela, se manifiesta reiterativamente por intermedio de catástrofes naturales, "ahistóricas" (sequías, incendios, inundaciones): arquetipos universales del mito del "Fin de Mundo"; y por catástrofes humanas "históricas" (desvío del curso del río hacia otras tierras y voladura de la represa por órdenes del dictador Juan Vicente Gómez, lo que trajo como consecuencia, sequía, hambre y una inundación de grandes proporciones, que acabó con el pueblo).
De manera que los personajes de la inquietud, en cada una de las novelas, muestran una profunda necesidad, algunas veces inconsciente, de remitirse al pasado para evocar a través de su memoria los "recuerdos" que fueron "olvidados", o deformados en buena medida, por razones traumáticas o simplemente por una inconsolable nostalgia del pasado.
Esta necesidad de evocar el pasado, es posible asumirla como una manera, la más difundida desde el punto de vista psicológico y filosófico, de "liberación" de "los recuerdos", de un pasado ligado obsesivamente o bien al "caos" o bien a un "cosmos": que de todas formas impide que el presente se llene de "nuevas" experiencias .
El Mito del "eterno retorno", para las sociedades arcaicas, sociedades arquetipales, demuestran que ni el "Caos" ni el "Cosmos" son estáticos. Constantemente se pasa del uno al otro y viceversa, de manera interminable, y es lo que da el carácter dinámico a la vida. El paso del "Cosmos" al "Caos" puede expresarse por el Mito del "Fin de Mundo", el apocalipsis bíblico, que en Las hojas más ásperas tiene todas las características de los arquetipos universales, puesto que, al igual que el Mito diluviano, el abuelo, fungiendo de patriarca, "rescata" a su familia, conduciéndola hasta un túnel, especie de cuevas que atraviesan de este a oeste a todo Puerto Nutrias y que viene a formar parte del Puerto Nutrias de abajo, donde no hay otra posibilidad "sino vivir la noche en un instante eterno (donde) se camina debajo de las aguas, debajo de la tierra (y) no encuentra sino canoas sepultadas en el fango, hundidas en el pantano, cubiertas por esas algas que ahora casi ocultan las tres velas" (pp. 21-22). Considerando a la "memoria" como la entidad preservadora de los recuerdos que se insertan en la "historia personal", podemos afirmar que si los recuerdos se conservaran de manera exacta a las experiencias vividas, no haría falta realizar el proceso de reconstrucción. Ya que se intenta la reconstrucción de los acontecimientos olvidados, o novelados por el imaginario del individuo o de la colectividad.
La reconstrucción del pasado se logra a través de los recuerdos es cierto, pero cuando hay inquietud por el pasado es porque hay una "fractura" que motiva el intento de recuperarlo en su totalidad en estado de cosmos; lo que nunca se logra con fidelidad, ni de manera exhaustiva, puesto que el estado de conciencia del personaje que rememora es otro al que fue en el pasado; y esto incide en la recuperación de lo "vivido".
Como lo expresa Teresa Ontiveros, cuando en su estudio sobre la memoria colectiva en un barrio popular de Caracas, llega a la conclusión de que el recuerdo "no se construye exactamente como antes (ya que) el presente toma un lugar importante en el mundo real" [4].
Esa reconstrucción, a pesar de que es eje común en las tres novelas, en cada una de ellas se da con diferentes modalidades y matices, lo que determina la singularidad de cada obra.
En los personaje que rememoran hay intranquilidad por la fragmentación de su memoria; inquietud que lo lleva al pasado, caótico o no, en un movimiento de "regreso hacia atrás", de "eterno retorno" o de" regreso al origen".
Estos movimientos de reconstrucción podrían explicarse como una suerte de evaluación o examen regresivo o retrospectivo, del pasado al presente; aunque la inquietud se inicia en el presente de la ficción. Y pueden o no alcanzar la reconstitución del ser fragmentado, individual, colectivo o geográfico. Esto es que la reconstrucción no necesariamente implica la reconstitución.
En el "regreso hacia atrás" , proceso más bien individual, que explica Freud, desde el psicoanálisis, es el retorno a lo primordial verdadero, lo primordial humano, la primera infancia, el tiempo mítico paradisíaco[5]. Es un movimiento lineal, del pasado al presente; lo que debe traer como consecuencia, al menos, una "salida", o la "liberación", "curación", etc.
"Aquel que remonte el tiempo -dice Eliade- debe reencontrar necesariamente el punto de partida (...) revivir sus ideas pasadas (...) comprenderlas y, hasta cierto punto, 'quemar'(...) la suma de actos colocados bajo el dominio de la ignorancia" [6].
Para las sociedades primitivas, el hatha-yoga y ciertas escuelas tántricas, el método 'marchar contra corriente' o 'recorrer el tiempo al revés' o 'proceso regresivo', se utiliza para obtener la inversión de todos los procesos psicofisiológicos. Lo que se traduce en 'salida del Tiempo' y 'acceso a la inmortalidad [7]. Lo mismo sucede con el llamado "examen retrospectivo", ejercicio ascético-místico, examen de atrás hacia adelante, de lo último hasta lo primero, vivido durante el día; que se realiza antes de acostarse para "borrar" las experiencias del día viejo y empezar en limpio el nuevo día.
Eliade, en El mito del eterno retorno, expone un movimiento de "regreso hacia atrás", del pasado al presente; pero no lineal; no ofrece salidas, puesto que más bien es circular y cerrado; del pasado va al presente, pero de éste regresa al pasado nuevamente en una repetición mecánica, absurda, de experiencias y recuerdos que se van mezclando, impidiendo el reconocimiento de los hechos del pasado para su correspondiente diferenciación con el presente. Lo que trae como consecuencia la mezcla de los hechos reales con los imaginarios.
Es el caso que se presenta en Celestino antes del alba, donde hay una repetición obsesiva de las únicas experiencias, las cuales se retoman una y otra vez; como las muertes "reales" de cada miembro de la familia, que se reelaboran de numerosas formas para cada individuo, quien "revive" para volver a morir al día siguiente de otra forma. En una búsqueda eterna de la verdadera muerte, la del "descanso'.
El "regreso al origen', en Las hojas más ásperas, implica una vuelta al pasado desde el presente de la inquietud. En este caso es lineal, es decir, abierto al futuro, a una salida, sea la que sea. Su característica primordial es que el retorno parte como una inminente necesidad del "lugar" físico u origen primero, es decir del pueblo; como una consecuencia se da por supuesto la reconstrucción de la familia y por ende la de la historia personal del personaje que rememora. El '"lugar" de los 'comienzos" que involucra el momento "histórico", contemporáneo al "comienzo" del pueblo, implica la vida del personaje de la inquietud, bien sea a través de sus propias vivencias o a través de las "historias" adquiridas por la tradición familiar o popular, de la colectividad.
En dos de las tres novelas estudiadas, Mis parientes y Celestino antes del alba, el "Caos" está determinado por el absurdo como filosofía de vida, manifestada por el comportamiento autómata inicial de los personajes carentes de afectos e incomunicados entre sí, e incluso desde una total desesperanza. Este absurdo se percibe desde una retórica melancólica, abyecta; y un lenguaje "psicótico" desde las premisas de la psiquiatría tradicional, pero que desde la estética nihilista del absurdo, esta ilogicidad, esta imposibilidad de comunicación "normal", este sinsentido, expresa desesperadamente un sentido otro, desde las profundas carencias, desde las posibilidades de la alteridad del mismo lenguaje metafórico del bestiario y cosificación de los personajes; que parecieran padecer una suerte de inercia, desde una conciencia trágica del mundo y de sí, que les impide pasar del caos al cosmos.
Para esta inercia vital, Camus plantea como salida "la rebelión' (cuyo) impulso ciego reivindica el orden en medio del caos (aunque) fractura al ser y le ayuda a desbordarse (las) oleadas que, estancadas se hacen furiosas" [8].
De otra parte, en las tres novelas, la madre como eje directriz psíquico y afectivo está ausente. Como ausente también, en los momentos más cruciales del caos, está el agua vitalizadora. Esta ausencia provoca sequía, aridez, inercia vital; desintegración del hogar y de los pueblos, y como consecuencia disolución del ser.
Para que un "territorio' se reordene, se reorganice, se necesita de un 'eje cósmico' o 'poste sagrado', alrededor del cual el 'territorio' comienza a ser habitable y se transforma en 'Mundo""[9].
Sin duda, la madre es el "eje cósmico" alrededor del cual se acomoda la familia. Así como los pueblos más fértiles y prósperos están bordeados por un río, los pueblos se acaban cuando se seca el río: "La muerte del agua es una pena infinita", sostiene Bachelard [10]. El personaje de la inquietud, en su reconstrucción del pasado, intenta también recuperar el eje cósmico perdido. Cuando hablamos de reconstrucción del pasado, de memoria fracturada, no nos referimos en ningún momento a la historia personal de los autores, sino al personaje que rememora o personaje de la inquietud, encarne o no al autor. Posiblemente en el único caso donde podría relacionarse al personaje con el autor, es en Las Hojas más ásperas, de José Napoleón Oropeza, porque el autor se introduce, con su propio nombre, dentro de la historia de la ficción; aunque rápidamente toma "distancia", delegando la "inquietud de la memoria" en Eduardo, posible hermano; quien a vez da paso a Jonás, personaje bíblico que va prediciendo las catástrofes que destruirán finalmente al pueblo en el cumplimiento del mito arquetipal del "Fin de Mundo", y quien "representa" al personaje de la inquietud en la filmación de Puerto Nutrias, como actor. Como personaje "sobrenatural", "vive" y da cuenta de un tiempo anterior al "vivido" por el personaje que sustituye; tiempo que es tomado del cuaderno común donde se escribe la memoria del pueblo.
En cuanto a la posible relación entre la realidad vivencial de los autores y la ficción, el mismo José Napoleón Oropeza al teorizar sobre la novela, en el libro Para Fijar un rostro, considera que:
Ninguna novela puede alejarse de lo real, pero tampoco puede pretender copiarlo por cuanto eso negaría su condición esencial: la reinvención de la realidad, (..) de un mundo que, aún cuando haya emergido de un pedazo de la realidad, se transforme en otro en virtud del talento del novelista que sea capaz de darle otra transparencia a lo real, que sea capaz de crear sus propios mitos, sus propios fantasmas, su propia identidad, a través de una escritura que refleje esa conciencia: la continua y progresiva invención[11] .
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