y
 
     
 
 
 
 
     

VIAJE INVERSO:
SACRALIZACIÓN
DE LA SAL

(1985)

Ver otras ediciones
 
 
     
 

 

"El tiempo que se ‘vive' al leer una novela
no es sin duda el que se reintegra, en una
sociedad tradicional, al escuchar un mito.
Pero, tanto en un caso como en otro, se ’sale'
del tiempo histórico y personal y se sumerge
uno, en un tiempo fabuloso, transhistórico".
Mircea Eliade
(Mito y realidad)




Iniciación del viaje


En la novela Viaje inverso, del escritor venezolano Gustavo Luís Carrera, publicada en 1977 (Barcelona, España, Seix Barral) el narrador innominado, realiza un doble viaje: hacia la tierra, Araya, pueblo de sus antepasados "retorno al origen", y hacia sí mismo en una búsqueda existencial: "retorno hacia atrás". Viaje inverso que en definitiva conduce a la sacralización de la sal.

Desde un comienzo, se nos da a entender que el viaje hacia el pueblo propicia el viaje hacia sí mismo. La novela se inicia con la llegada del narrador, objeto-sujeto del viaje, a Araya, impulsado por unos papeles que describen "palmo a palmo", desde una dimensión mítica, el proceso de gestación de la sal: acto profano (natural) que se convierte en acto sagrado (sobrenatural); teniendo como "centro" de sacralización o "hierofanía" al castillo de Araya, símbolo de la prosperidad pasada del pueblo.

Cuando al final de la obra se nos advierte acerca de los papeles apócrifos de Pedro Lázaro, personaje ¿sobrenatural?, no queda otra alternativa que presuponer que tanto los papeles como el viaje al pueblo, es decir el "retorno al origen", no son más que pretextos para la realización del retorno “hacia atrás", que conlleva una forma de "renovación" interior y existencial en el narrador.

De cualquier manera un viaje implica al otro, y los dos se dan como una necesidad de "renovarse" para revitalizar a su pueblo. Así, aunque referido a otra realidad, lo considera Mircea Eliade en Mito y realidad (Madrid, Guadarrama, 1973; p.55) cuando expresa que "la renovación (...) se hace solidaria, no ya de los ritmos cósmicos, sino de las personas y de los acontecimientos históricos”. Eliade (Ibídem, p.27) nos lleva a entender que, para el hombre pri­mitivo de las sociedades arcaicas, el conocimiento del origen de cada casa, animal, planta, objeto, confiere un dominio mágico sobre cada una de esas realidades. Entonces se sabrá dónde encontrarla y cómo hacerla reaparecer en el futuro. De igual manera es posible aplicar la fórmula a propósito de los mitos escatológicos: El co­nocimiento de lo que ha tenido lugar "ab origine" de la cosmogonía, proporciona el conocimiento de lo que sucederá en el futuro. Cómo ejemplo de ello podemos citar al Apocalipsis y la idea que el hombre moderno tiene del probable fin del mundo, que pareciera no ser no ser pesi­mista porque se tiene el convencimiento de que el mundo se agota y degenera por sí mismo para resurgir.

De ello se deduce el valor existencial del conocimiento del origen para estas sociedades arcaicas, y que no es de su exclusividad ya que el deseo de conocer el origen de las cosas caracteriza asimismo a toda la cultura occidental y con mucha más vehemencia en los países latinoame­ricanos.

Desde el siglo XXVIII y XIX se han multiplica­do las investigaciones concernientes al conocimiento del universo, la vida, las especies, las sociedades, el lenguaje, las religiones y todo cuanto inquieta al hombre, siempre preocupado por co­nocer el origen y la historia de todo lo que lo rodea. En el siglo XX los estudios científicos so­bre los orígenes han tomado otra dirección. Para el psicoanálisis por ejemplo, lo primordial verdadero es lo "primordial humano", la primera infancia. Según Freud, el niño vive en un tiempo paradisíaco. "Se puede decir, apunta Eliade– que el único contacto real del hombre moderno con la sacralidad cósmica se efectúa por el inconsciente, ya se trate de sus sueños y de su vida imagi­nativa, ya de sus creaciones que surgen del inconsciente" (Ibídem, p.233). A través del psicoanálisis se logran "revelar los ‘comienzos’ de nuestra historia personal" (p.91) sobre todo aquellos acontecimientos que orientaron el futuro de nuestra existencia. Es interesante constatar –señala Eliade– que, de todas las ciencias de la vida, sólo el psi­coanálisis llega a la idea de que los "comienzos" de todo ser humano son beatíficos y constituyen una especie de paraíso, mientras que las otras ciencias de la vida insisten sobre todo en la precariedad e imperfección de los comienzos. Es el proceso, el devenir, la evolución, los que corrigen poco a poco, la penosa pobreza de los comienzos.

La relación del psicoanálisis con las tradiciones de los pueblos arcaicos está en primer lugar en la idea de "beatitud del origen y de los comienzos". El hecho, que se corresponde con la concepción de los pueblos primitivos, no quiere decir que el psicoanálisis tenga una estructura y una funcionalidad mítica. El único paralelo que podría encontrarse entre el psicoanálisis y la concepción arcaica de la beatitud y de la perfección del origen, se debe al hecho de que Freud descubriera el papel decisivo del ‘tiem­po primordial y paradisíaco' de la primera infancia. En segundo lugar, se corresponde con la idea de que por el "retorno hacia atrás" se pue­den revivir y superar traumas de la infancia. En correspondencia con el viaje inverso debemos tomar en cuenta que la técnica psicoanalítica hace posible un retorno individual al tiempo del origen. Este retorno existencial hacia atrás se conoce también en las sociedades arcaicas.

En la novela Viaje inverso el "retorno hacia atrás" es muy peculiar, no toca de manera directa ni primordial la infancia. La "beatitud" buscada está en un lapso existencial muy concreto y en la edad adulta. De manera que no hay traumas que superar, sino un cuestionamiento de lo que se es, se ha sido y se continúa siendo.